viernes, 25 de abril de 2008

Sainz y Roma aún aspiran al doblete

Un lugar del centro de Europa, once de la mañana, caminos que se cruzan, alientos entrecortados en el interior de un Volkswagen Race Touareg. Rápido, rápido. Michel Perin avisa a Carlos Sainz: peligro uno, moderado. Nada grave, piensa el madrileño. Un instante después el coche azul vuela por el cielo húngaro, al caer planea con el morro en la tierra hasta que logra hacerse con el control. As en la manga, máxima precisión, talento, velocidad y suerte. "El próximo que venga por aquí vuelca, Michel", dice el madrileño a su copiloto. Unos minutos más tarde Giniel De Villiers, compañero de equipo del español, gira con su coche como una campana, hasta cinco veces. No es grave, pero ahí acaba el rally para el surafricano. En otro agujero del terreno, Nani Roma se desliza con las dos ruedas traseras levantadas durante veinte metros.
Sucedió en la primera especial del día, en la que ganó Robby Gordon con su Hummer y su conducción de óvalos, la misma en la que Stephane Peterhansel perdió más de cuatro minutos a causa de un pinchazo. Sainz era líder, con tres segundos de ventaja sobre el francés. En la segunda especial, de nuevo en una zona de caminos, el galo de Mitsubishi se toma la revancha, vence por 25 segundos y recupera el liderato. En el global de la etapa venció Carlos seguido de Nani. Doblete español, el sueño de este simulacro de Dakar en el corazón de Europa.
"¿Ganar? ¿Por qué no? Me gustaría, claro. Voy a ir a tope para intentarlo, así debe ser porque los Mitsubishi van muy rápido", dice el de Madrid un minuto antes de firmar un autógrafo a Dominique, un niño de siete años que ha viajado desde Moscú con su padre para conocer el Dakar, o al menos lo que de la legendaria carrera africana hay en Hungría
La etapa volvió a demostrar que esta prueba está lejos de ser una aventura y está más cerca de una prueba de velocidad con navegación. Hoy, penúltima etapa. Se repite la de ayer, tal cual, sin diferencias. Y mañana otra vez, pero en sentido inverso. Bucle, en efecto. Hace sol en Hungría, mientras dos españoles siguen negociando con la suerte.

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