viernes, 28 de noviembre de 2008

Sebastien Loeb con el diesel de Peugeot

A Sebastien Loeb le dejas una bici... y te gana el Tour de Francia. Y si es un barco, triunfará en la Vende Globé. Quizá pueda ser exagerado, pero lo que está claro es que cada vez que el pentacampeón del mundo de rallys se monta en un aparato de competición, sorprende. Tras asombrar al mundo de la Fórmula 1 en su ensayo con el Red Bull en Montmeló, ayer hizo lo propio con el Peugeot 908 HDI FAP de las 24 Horas de Le Mans.
La cita era en el circuito Paul Ricard, esa meca de la competición de la que es propietario Bernie Ecclestone. Esta vez no se trataba de un préstamo, sino de un intercambio, ya que a Loeb le dejaron el 908 pero él a su vez prestó el Citroën C4, con el que acaba de culminar su quinto título, a Stephane Sarrazin, uno de los pilotos oficiales de la firma del león.
Primero Sarrazin dio unas vueltas con Loeb de copiloto con el vehículo en configuración biplaza, y luego Seb, que acabó segundo en su primera y única participación en Le Mans hace un par de años al volante del Pescarolo, tomó los mandos. Y en tan sólo cinco vueltas ya estaba en un tiempo muy cercano al que había marcado su anfitrión, seis décimas por detrás. Tan sólo dio diez vueltas más, y se acabó su nueva exhibición. Y aunque los técnicos insistían en que no se podían comparar tiempos por las diferentes circunstancias, ahí quedó eso.
"No tiene nada que ver con el F-1", aseguraba nada más bajarse del Peugeot. "Se me iba bastante la parte trasera y no he llegado a coger confianza. Es muy diferente a todo lo que había conducido, y también me ha resultado extraña la sensación de ir encerrado en el cockpit".

Posteriormente fue Sarrazin el que tomó los mandos del C4 en un tramo cercano de tierra, tras comprobar desde dentro cómo lo conduce Loeb, y tampoco defraudó. Algo normal, ya que él es también piloto de rallys y llegó a competir en el Mundial con un Subaru semioficial.

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